Pionera de la profesión
Ana María Guía de Villada fue la primera mujer salteña en obtener el título de Contadora Pública Nacional. Hizo carrera en la docencia y en la administración pública, convirtiéndose en la primera mujer en presidir el Tribunal de Cuentas de la Provincia, fue también Ministro de Educación.
Ana María es el ejemplo perfecto para homenajear a través de su historia, y en el marco del día Internacional de la Mujer que se conmemora el 8 de marzo, a todas las profesionales que se abren camino en un mundo y una profesión donde los hombres marcan el paso.
No obstante estar cerca de cumplir 90 años, nació el 16 de abril de 1928 en una finca en el interior de la provincia; Ana María conserva la memoria intacta. Sus anécdotas de vida nos permiten conocer una parte de la historia e idiosincrasia de Salta y también entender que con agallas, firmeza y convicciones es posible lograr cualquier objetivo. “Mi propia vida me dio las fuerzas para llegar donde llegué. Mi mamá no tenía profesión y pasamos muchos momentos difíciles; yo observaba sus sufrimientos y pensaba que a mí no me podía pasar eso, que tenía que cambiarlo, de ahí saqué el empuje para hacer todo lo que hice”, expresa.
Sus primeros recuerdos nos hablan de su mamá Juana, enfermera partera del Hospital de Orán; su papá, hombre de campo, que falleció cuando ella tenía sólo 12 años; sus 4 hermanos; una ciudad donde la educación llegaba hasta la escuela primaria; y una vida de mucho sacrificio que hizo que comenzara a trabajar desde chica.
“Siempre supe que quería hacer una carrera universitaria. Al terminar la primaria quería ir a la secundaria, pero mi mamá no podía enviarme a Salta. A los 12 años tuve que empezar a trabajar, y cuando tenía 16 apareció un ingeniero agrónomo que me propuso casamiento. Le dije que sí. Mi mamá, pobrecita, lloraba día y noche. Entonces me preguntó qué haría yo si ella me enviaba a Salta a estudiar, por supuesto que le dije que no me casaba. Así fue como hizo un gran sacrificio y me mandó a vivir a la casa de una familia amiga. Terminé mis estudios en la Escuela Nacional de Comercio. Allí conocí a Francisco Villada, que después fue mi marido, y al grupo de amigos con los que nos fuimos a estudiar a Rosario de Santa Fe”, cuenta Ana María.
Al terminar la carrera consiguió trabajo y comenzó su doctorado en Ciencias Económicas en Rosario. Sin embargo, cuando cursaba el segundo año de especialización, la política torció el rumbo de sus deseos. Corría el año 55 y Perón era derrocado, la facultad cerró y no abrió hasta el año siguiente. “Me volví a Orán, pensando en volver al año siguiente. Llegué el 19 de octubre y el 20 ya tenía trabajo. El Intendente me contrató, yo me ocupaba de todas las gestiones que había que hacer en Salta”, dice Ana María y recuerda una anécdota que involucra al propio Frondizi: “Mientras estaba en campaña Frondizi llegó a Orán. Charlamos un rato y me preguntó si yo tenía algún título. Cuando le dije que era Contadora Pública me dijo que debía irme a Salta para hacer carrera”.
En una de sus visitas a la ciudad, Ana María se reencontró con Francisco Villada. “Pancho me preguntó por qué no me venía a la capital, le dije que si me conseguía trabajo me venía. A los dos días recibí en Orán un telegrama de él que decía: Baje urgente, designada en la Dirección de Compras y Suministro de la Provincia”, cuenta.
Ana María siempre trabajó en la función pública e hizo carrera allí, convirtiéndose en pionera en muchos de los lugares donde se desempeñó. “Además de haber sido la primera mujer salteña en obtener el título de Contadora, también fui la primera Presidenta mujer del Tribunal de Cuentas”, explica.
Hacerse camino en un mundo y una profesión de hombres no fue fácil. “Me costó mucho abrirme paso, se hacían muchas diferencias, al punto que en mi primer nombramiento no me nombran como Contadora, me nombrar como perito mercantil. En esa época trabajaba con el Dr. Chueque y cuando se enteró de esto hizo buscar mi nombramiento y pidió que lo cambien y se reconozca mi título”, explica Ana María y agrega: “hubo hasta quien se quiso vengar de mi marido haciéndome mal a mí y tratando de que perdiera el trabajo en la época en que Biella gobernaba. Hice de todo para evitarlo y logré hablar con el propio gobernador, finalmente él me dijo “nunca deje de luchar como luchó ante esta situación.
Yo era una mujer de agallas porque sino me pisoteaban”.
Amante de la docencia, Ana María concursó diferentes cargos. Fue docente y directora de la escuela Hipólito Yrigoyen.
Además, trabajó ad honorem en la Escuela Superior de Ciencias Económicas. Allí formó parte de un grupo de profesionales que lucharon por la creación de la Facultad Ciencias Económicas, logrando que se creara un departamento que dependía de la Universidad Nacional de Tucumán, hasta que se creó la Facultad en la UNSa, donde también ejerció como profesora. Como no podía ser de otro modo, Ana María también se involucró en el Consejo Profesional de Ciencias Económicas. Formó parte de varias comisiones directivas y tiene hermosos recuerdos de esas épocas: “éramos pocos contadores y bastante unidos. Me alegra mucho el crecimiento que tuvo el Consejo, para mí es el lugar donde los matriculados deben encontrar apoyo y solución a sus problemas”.
Ya jubilada, un día recibió en su casa la visita sorpresiva de Roberto Ulloa, había sido elegido gobernador y la quería de Ministro de Educación. “Me dijo que yo sabía de administración y de docencia, que era la persona que necesitaba. No tenía muchas opciones, pero le puse condiciones: no estaría mucho tiempo en el cargo; no aceptaba condicionamientos para nombrar a nadie, ni siquiera por color político; tendría el manejo total del ministerio, incluido el económico; y que iba a trabajar ad honorem por amor a mi provincia. Aceptó y por poco más de tres años fui Ministro”, cuenta.
Con sus tres hijos ya casados y tras haber perdido a su compañero de vida, Ana María encontró en el Club Social de los Abuelos de Salta otro lugar donde seguir poniendo su energía y empuje. “Entré y al poco tiempo ya era presidenta, y aunque ya no soy parte de la comisión sigo yendo. Creamos la Federación de Clubes de Abuelos a nivel nacional, la que presidí hasta el año pasado. En el Club me siento acompañada, la gente habla mi mismo idioma, tenemos las mismas canciones y bailes, nos tenemos paciencia”.
Con la sabiduría de los años, Ana María sostiene: “Amé todo lo que hice y no me arrepiento de nada. La docencia me dio más satisfacciones que la función pública, sin embargo haber sido funcionaria me dio la posibilidad de aprender más, de estudiar y de conocer a mucha gente. Siempre pensaba en el bienestar de mi provincia, no el triunfo de ningún político. Nunca luché para el triunfo de nadie, para mí el objetivo era colaborar con Salta”.
No hay dudas que Ana María Guía de Villada fue una profesional exigente y comprometida con su provincia, una luchadora incansable que supo dejar huellas por donde pasó.
“Mi propia vida me dio las fuerzas para llegar donde llegué. Mi mamá no tenía profesión y pasamos muchos momentos difíciles, yo observaba sus sufrimientos y pensaba que a mí no me podía pasar eso, que tenía que cambiar eso, de ahí saqué el empuje para hacer todo lo que hice”, dice.