ARIEL GONZALO GATTI
“… La pintura es poesía que ve y no se oye, y la poesía es pintura que se oye y no se ve…” es lo que dijo Da Vinci en algún momento, constatando que la pintura es la ciencia que considera los límites de las superficies de todo aquello que el ojo humano percibe y trasmite fielmente. Inversamente, Ariel ha formado espejismos que se difuminan en el vidrio. Para el no será el ojo sino la mano la ventana del alma, es el instrumento con el que su poesía interior se dará a conocer.
Juegos de tonos, juegos de luces, contraste que modelan y dotan de relieves a sus formas, demostrando que viven y laten, al enfrentarse a la luz, y la luz es el primer material de percepción visual, ya que parecen esculpidas, con volumen propio, avanzado hacia el espectador, y sin duda lo que seduce es la imaginación, y que encenderá la vela de los recuerdos.
En resumen, Ariel va construyendo, junto a su padre – pintor paisajista – un recorrido emotivo que terminará donde se extingan los ecos de la fantasía del ser humano.
Presenta una serie de tintas esmeradamente trabajadas, medulosamente proporcionadas y con un enfoque poco visto, a la vez clásico y autentico. Los perfiles no son estáticos y tienen vida propia. En el marco arquitectónico hay espacios blancos mínimos que dan vida a todo.
En 1972, egreso de la Escuela Pcial. de Bellas Artes “Tomas Cabrera”, donde tuvo como maestros a Luis Preti, Osvaldo Juane, Rodolfo Argenti, Esdras Gianella, entre otros. La técnica en tinta en tinta y pluma la abrazo desde niño y su pasión por los temas de nuestra ciudad, lo llevan a presentar esta tercera muestra de edificios, casas y lugares históricos.
Gatti, se autodefine salteño y amante de su terruño, por eso deja en la concepción de sus trabajos un claro reflejo sobre la necesidad de recuperar del olvido los viejos edificios históricos de la capital, como así también iglesia y capillas, con los ínfimos detalle de los rasgos que dejo el paso del tiempo.